Bajo tierra, lejos de luces y ruidos, las trufas se toman unos meses para madurar junto a las raíces de encinas, robles y otros árboles.
Una vez fuera, es preciso seguir mimando este hongo subterráneo para que mantenga todas sus propiedades.
Trufato proporciona medios de transporte y envases adecuados para que las trufas frescas se conserven según sus necesidades de temperatura y humedad.
Una vez en su destino, las trufas se pueden conservar hasta dos semanas a una temperatura de entre 0 y 4º C, teniendo cuidado de protegerlas de la humedad envolviendo cada una en un papel absorbente que debe cambiarse a diario.
Además, para evitar la pérdida de su aroma, tienen que guardarse en un envase hermético que hay que abrir cada dos días para que las trufas “respiren”. Se pueden almacenar junto a otros alimentos como huevos o mantequillas si se desea que estos adquieran olor y sabor a trufa.
Para prolongar el tiempo de conservación en nevera hasta un año se puede optar por conservar las trufas en su jugo. Para ello, basta con introducir las trufas limpias en un bote de cristal, cubrirlas con brandy o un vino blanco seco, tapar y hervir al baño María hasta que haga vacío.
En el congelador, las trufas se conservarán durante unos diez meses. En este caso, se pueden sacar en el momento de consumirlas y rallar justo lo necesario sin llegar a descongelarlas.